Un sindicalismo de cambio. Aportes para el debate en el movimiento sindical.

En la tarde del jueves 12 de noviembre se realizó una de las manifestaciones más grandes e importantes del país. Cientos de miles de personas se movilizaron en la capital y en diversas ciudades del país. En esos mismos momentos, la dirección sindical de la CGTP había convocado a una “Asamblea de Bases” mediante Zoom para que los dirigentes sindicales de las bases de la principal central sindical discutan desde sus casas y por computadora, la situación política del país y las medidas que deberían tomarse. 
Tomado del Facebook de la CGTP



¿Por qué la principal central sindical permaneció inmovilizada mientras el país atravesaba una crisis política que ponía en las calles a importantes sectores sociales?

Una primera respuesta podría estar en la reunión del secretariado ejecutivo realizada el martes 10 donde se discutió la posición de la central mariateguista frente a la vacancia de Vizcarra y el nuevo gobierno de Merino. Según testimonio de varios participantes en dicha reunión, la mayoría se inclinó por esperar el nombramiento del nuevo ministro de trabajo.

Efectivamente, el cálculo político en un contexto de incertidumbre ha sido una respuesta habitual del sindicalismo local pero dadas las características de la coyuntura no parece ser una buena respuesta. Al mismo tiempo parece insuficiente para explicar no solamente silencio sino inmovilidad.

Las razones de fondo hay que buscarlas más allá. Por un lado deberíamos empezar a reconocer que el sindicalismo peruano es viejo. O más precisamente, el sindicalismo confederal es viejo. Las direcciones de las centrales sindicales empezando por la CGTP tienen liderazgos muy mayores, es decir, por encima de la cincuentena. Lo cual en sí no es un problema pero supone otras características derivadas de esto. La principal es la desconexión del trabajo real, del mercado laboral en tanto se trata de dirigentes que laboralmente son jubilados o desempleados antes que dirigentes en actividad con alguna licencia sindical efectiva.

De lo anterior se deriva la brecha digital. La actual dirección sindical se ha formado en el volante, en el mimeógrafo, en el periódico mural. Le es difícil entender las redes sociales y moverse en el WhatsApp y no hablemos del TikTok.

Si revisamos el portal de Facebook de la CGTP se constata que no hay una política mediática y mucho menos una línea sindical para las redes sociales. La persona que mantiene dicha página está posteando para su mismo grupo de referencia, no para los trabajadores y trabajadoras del país. Si no eres un sindicalista mayor, varón, de izquierdas difícilmente vas a encontrar algo de interés allí. Otro tanto en el Twitter de la CGTP. El cual tiene un tuit del pasado 13 de noviembre pero el anterior es del 30 de octubre!! Con una regularidad de un tuit quincenal y teniendo como ejes centrales el tema de los jubilados y la FSM queda claro que dicha red social no es prioritaria para la central sindical.

Todo lo cual es un problema para el sindicalismo peruano y explica porque ha estado literalmente desconectado de la realidad social de los últimos días. Mauricio Saravia y Hugo Ñopo en base a las encuestas del IEP e IPSOS buscan la relación entre participación en protestas (según data registrada por el IEP) y acceso digital, encontrando que efectivamente las protestas contra Merino tuvieron un carácter “viral” y que las redes sociales fueron claves para preparar y organizar las marchas.

Entonces, el hecho que la CGTP carezca de una política mediática en redes no sólo le impide acercarse a los trabajadores y trabajadoras del país sino que la aleja del escenario político.

Pero no basta estar “desconectados” para explicar la inmovilidad del sindicalismo confederal. Pues, con algo de sentido político podrían haberse incorporado a la protesta ciudadana. Como he señalado varias veces en otras oportunidades, uno de los méritos de la CGTP había sido precisamente su sentido de la oportunidad política para surfear estados de ánimo social y dar orientación a las protestas, más allá de su real capacidad organizativa.

Pero esta vez no la vieron. Sin embargo, algunos sindicatos de base salieron a marchar a pesar del silencio de la CGTP. Por ejemplo el Sindicato SITOBUR de las trabajadoras y trabajadores de limpieza pública de Lima, donde labora Isabel Cortez; el sindicato de Construcción Civil del Cusco o el SINCA que es un joven sindicato con 500 afiliados de la industria de audiovisuales y publicidad; todos ellos participaron activamente de la movilización del jueves y sábado.

El silencio de la CGTP no era una posición que podríamos entender como “de clase” pues un somero análisis de la coyuntura nos muestra que el gobierno de Merino y Flores Araoz representaba serias amenazas para los asalariados del país.

Uno de los elementos que hemos señalado antes podría considerarse para explicar nuestra pregunta principal. Se trata de la ideologización de la dirección sindical de la CGTP. Esta parte queremos que se entienda bien. El sindicalismo hace política y es político, aquí y en todas partes. es parte del ejercicio de la ciudadanía. Muchas veces dicha política está orientada a las posiciones de izquierda. Esa es una verdad histórica y práctica, nuevamente, aquí y en muchas partes. Algunos sindicalismos construyen a partir de sus prácticas políticas una adhesión a una ideología en particular.

Como sabemos, el concepto de ideología tiene dos dimensiones. Por un lado es una visión articuladora e integral que traduce la realidad para que sea entendida -y criticada- por el colectivo social. Pero una ideología puede ser también una manera de abstraerse de la realidad mediante unas anteojeras que lejos de ayudar a ver, sesgan u oscurecen la realidad.

La actual dirección sindical de la CGTP se ha formado en la pugna ideológica de la Guerra Fría, de la defensa de la Unión Soviética, del sindicalismo militante y comunista. Aquí nuevamente, hago una precisión: esta tradición ideológica tiene elementos muy importantes y válidos incluso ahora y más en una sociedad tan desigual y hegemonizada por el mantra neoliberal como nuestra sociedad. Sin embargo, no puede ser la única matriz ideológica de un sindicalismo que pretenda representar a los trabajadores y trabajadoras del país en el 2020.

Básicamente porque le impide ver los matices de la realidad social. Le impide pensar con su propia cabeza y depender de posicionamientos partidarios que están lamentablemente más desconectados de la realidad social. O la limita a cálculos tan pragmáticos que ya colindan con el oportunismo político.

Al mismo tiempo la sobreideologización de sus cuadros directivos los vacuna frente a cualquier forma de responsabilidad política. Cuando asumes que eres el “único sindicalismo clasista” pues ya no existen los errores ni la rendición de cuentas; tampoco el debate ni la contrastación de ideas. Y toda crítica será desechada porque seguramente “le da armas al enemigo” (que es lo que seguramente dirán de este artículo).

El problema es que dicha ideologización solamente funciona en las más altas alturas del sindicalismo mariateguista, pues en las federaciones sectoriales y en los sindicatos de base lo que tenemos son dirigentes y dirigentas que defienden en el terreno sus derechos laborales, que asumen una posición de clase de manera cotidiana y enfrentan la misma ofensiva patronal que existe desde 1992. Se trata de sindicalistas que comparten una conciencia de clase pero no el carnet de un partido.

Se trata de un sindicalismo real y de clase, pero sin asumir todo el resto del paquete ideológico (que incluye la defensa de la URSS, de Stalin, de Maduro, de Putin, de la FSM, junto con las propuestas del grupo político de turno). Nuevamente, no está mal si alguien asume dicho paquete. El tema es confundir lo que es una opción con un requisito.

La CGTP ha sido durante mucho tiempo un sindicato de equilibrio, dado su tamaño y sus limitaciones. Ha logrado durante mucho tiempo logros importantes incluso en este siglo. La gestión de Juan José Gorriti y con mejores resultados la de Mario Huamán supieron ubicarse y responder con sentido político a la coyuntura y los cambios del escenario. Un sindicalismo de equilibrio busca reordenar la correlación de fuerzas para obtener resultados tangibles dentro de un marco político y jurídico.

Pero ahora dicha forma parece agotada por las razones que hemos señalado. Por muchas reuniones que logren pactar los dirigentes con congresistas, ministros o incluso presidentes; no logran un mejor equilibrio. La crisis de la pandemia es un buen ejemplo de dicha ineficacia.

Necesitamos un sindicalismo de cambio. Se trata de un sindicalismo que plantea medidas extrainstitucionales que fuercen a un cambio radical en el marco normativo que regula las relaciones laborales y la política del país. Un sindicalismo de cambio que ya no se conforma con la modificatoria de un artículo en una ley, con la formación de una mesa de trabajo, una comisión en el congreso o una foto en algún diálogo nacional.

Los trabajadores y trabajadoras del país, que son jóvenes, hombres y mujeres, que laboran sin contrato, o son CAS o no saben que es vacaciones u horas extras pagadas, los que tienen miedo de formar un sindicato o los que negocian con empresas que ofrecen un centavo de aumento; todos y todas ellas necesitan un sindicalismo de cambio.

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