El Paro Nacional del 20 de junio: límites y alternativas
(...) la huelga de masas no se “fabrica” artificialmente, no se “decide” al azar, no se “propaga”; es un fenómeno histórico que, en un momento dado, surge de las condiciones sociales como una inevitable necesidad histórica. Por lo tanto, no se puede entender ni discutir el problema basándose en especulaciones abstractas sobre la posibilidad o la imposibilidad, sobre lo útil o lo perjudicial de la huelga de masas. Hay que examinar los factores y condiciones sociales que originan la huelga de masas en la etapa actual de la lucha de clases. En otras palabras, no se trata de la crítica subjetiva de la huelga de masas desde la perspectiva de lo que sería deseable, sino de la investigación objetiva de las causas de la huelga de masas desde la perspectiva de lo históricamente inevitable.
Rosa Luxemburgo
El próximo 20 de junio, es decir mañana, la CGTP ha convocado a un “Paro Nacional” (es decir una “huelga general”) bajo un amplio número de demandas entre las que destaca el rechazo a los cambios que en materia legal viene impulsando el Ministerio de Economía y Finanzas junto con la CONFIEP (gremio empresarial) y que se expresan en la denominada “Política Nacional de Competitividad y Productividad”, especialmente en lo relativo al trabajo y una supuesta “reforma laboral” que busca desregular aún más las relaciones laborales.
En términos generales, las demandas sindicales resultan justas y sensatas. En un debate público es muy probable que un amplio sector de la ciudadanía estaría de acuerdo con mantener niveles de protección al empleo y derechos laborales básicos. Hay algunas encuestas que se han realizado sobre estabilidad en el empleo y seguridad social que así lo señalan.
Pero ¿es suficiente este tímido sentido común para garantizar el éxito de una huelga general?
En el campo popular, se registra el entusiasmo habitual. Un grupo de sindicatos que tiene problemas laborales y capacidad para ejercer resistencia va a “participar” del Paro Nacional. El problema es que “participar” termina siendo un eufemismo para no responder la pregunta de fondo: ¿vas a hacer huelga el 20 de junio?
Por eso Rosa Luxemburgo señalaba lo absurdo de discutir el éxito o no del Paro a partir de consideraciones subjetivas: “Si las bases se movilizan”; “Si la CGTP se posiciona…”; “Si la población sale a las calles…” Todas esas consideraciones bienintencionadas son simplemente eso, buenas intenciones.
Rosa recomendaba ver la realidad objetiva. Y lo que tenemos es que las cifras de afiliación sindical y convenios colectivos se encuentran en una caída desde hace varios años. En realidad, hay una tendencia al descenso desde mediados de la década de los 80, con un ligero repunte hace algunos años, para luego registrar un descenso desde el 2014.
En el Perú de cada 100 trabajadores asalariados solamente 6 están afiliados a un sindicato. Esta es una de las tasas de afiliación más bajas que existe en la región. Obviamente, las remuneraciones se encuentran también en un nivel por debajo de la mayoría de los países vecinos. De aquí se desprende una parte de la “debilidad estructural” del sindicalismo peruano.
Esta situación explica además la persistencia de las políticas neoliberales que han desregulado las relaciones laborales, agravando aún más la situación de los trabajadores y trabajadoras.
Si miramos la evolución de las huelgas laborales en los últimos años veremos que hay un proceso muy interesante. Desde el 2014 cae el número de huelgas y cae el número de trabajadores comprendidos, pero se eleva el número de horas-trabajador perdidas. Es decir, cada vez hay menos huelgas, en menos lugares, pero con una mayor duración.
En este contexto, es claro entender las limitaciones de la lucha sindical. Al mismo tiempo, el actor sindical, debería compensar el reducido número con respuestas de mayor calidad.
Sin embargo, el repertorio de acciones sindicales es igualmente reducido. Los sindicatos locales están encerrados en plantones y eventualmente una huelga que debe prolongarse para ser eficaz. Pero sostener una huelga que dure más de quince días solamente pueden hacerlo algunos pocos sindicatos (en el sector privado, pues la dinámica del sector público es diferente). Y claro, el “Paro Nacional” como el punto final de un proceso de luchas locales.
En sentido estricto el Paro Nacional es una huelga general, donde los sindicatos detienen las labores productivas, paraliza la economía nacional ocasionando un perjuicio a los empresarios y obligando al gobierno a modificar las políticas en curso.
En base a lo señalado, un análisis objetivo de la situación supone preguntarse claramente: ¿Es posible paralizar la economía del país cuando tienes una tasa de afiliación sindical del 6%?
La respuesta es no, obviamente. No es posible paralizar la economía del país o siquiera la de Lima, con el 6% de la PEA sindicalizada. Muchos compañeros y compañeras prefieren no asumir las consecuencias de esta situación. Prefieren insistir en lo contrario para convertir un ejercicio onírico en una posición radical.
De esta manera, hemos convertido la idea de “Paro Nacional” en una centralización de protestas locales, en una sola movilización. El “Paro” en la actualidad ya no paraliza la economía sino moviliza el activismo sindical.
De este modo, un amplio sector del sindicalismo apoyado por la izquierda onírica insiste en realizar “Paros Nacionales”. Insiste en llamar Paro a una marcha. El poder establecido hace tiempo entendió está dinámica y responde con el más amplio silencio. Efectivamente, si uno revisa los medios de prensa, ningún gremio empresarial o autoridad del gobierno realiza alguna declaración sobre el Paro Nacional. Solamente ayer aparece recién una nota en La República. No hay nada sobre el Paro en ningún otro medio de circulación nacional.
La estrategia de la derecha empresarial es pues sencilla: ignorar el anuncio sindical. Las limitaciones materiales del sindicalismo peruano hacen que la convocatoria del Paro circule por las mismas redes del sindicalismo y los grupos de izquierda. La “burbuja” sindical y de izquierda está muy al tanto de todo, pero el trabajador promedio que labora en una empresa donde no existe sindicato (es decir, el 94% de los trabajadores) no está enterado del mencionado Paro.
En los espacios laborales donde existen sindicatos, más de la mitad son minoritarios, es decir, agrupan a menos de la mitad de los trabajadores. Incluso en empresas muy grandes, donde mediante la tercerización o intermediación la plantilla de trabajadores que no puede afiliarse a un sindicato es ampliamente mayor.
En estos lugares, los sindicatos de base se encuentran en una disyuntiva. Una huelga realizada por los afiliados no detiene el proceso productivo. La empresa sigue funcionando casi normalmente. Entonces, ¿cuál sería el sentido de la paralización? Además de dejar en evidencia la falta de fuerza, precisamente de la medida de fuerza.
Por esta razón, muchos dirigentes de sindicatos locales prefieren no aprobar una huelga sino simplemente ausentarse individualmente del trabajo y participar de la movilización central. Así, sindicatos con una centena de afiliados están representados por sus seis u ocho dirigentes en la marcha del Paro Nacional. Se trata de un gesto que trata de mantener un compromiso en circunstancias muy difíciles. Siendo importante no es efectivo. A eso se llama “participar” del Paro Nacional.
Resulta así que son muy pocos los centros de trabajo que realmente paralizan sus labores. En el sector público la situación es igual de complicada. La dinámica de las regiones es al mismo tiempo similar y diferente. Es similar porque el sindicalismo es igual de reducido y concentrado en algunas actividades, especialmente en el aparato estatal. Es diferente, porque las dinámicas regionales permiten una mayor visibilidad de las luchas populares. El poder del Estado y de los empresarios parece tolerar las protestas laborales que se realizan fuera de Lima y que tienen un eco irregular en la agenda política nacional.
¿Qué hacer?
No se trata de promover la inamovilidad o la resignación, sino de pensar otras alternativas. Insistir en las mismas medidas de lucha sabiendo que no son eficaces, no es muy inteligente. El sindicalismo ha desarrollado algunas movilizaciones en contextos muy conflictivos. Y en esos casos ha logrado reunir en la ciudad de Lima, según diversos cálculos, alrededor de 20 mil trabajadores. Aceptemos esa cifra y señalemos que se trata del “núcleo duro” del sindicalismo en la ciudad de Lima.
Aquí tenemos entonces la situación a la que nos enfrentamos. Con 20 mil trabajadores y trabajadoras en capacidad de movilizarse el sindicalismo no puede paralizar la economía de la ciudad capital. Pero puede hacer muchas otras cosas.
Cada movimiento social dispone de un “repertorio” de acciones colectivas que le permiten interactuar con el poder político y económico. Este repertorio depende de condiciones estructurales, memoria histórica y recursos materiales. El movimiento sindical peruano tenía en los años 70, al Paro Nacional como una de sus más importantes acciones colectivas. Obviamente, en un escenario sin otros espacios políticos y con una implantación más importante en la clase asalariada y los sectores populares; el Paro Nacional podía resultar una acción con posibilidades de éxito, es decir, con capacidad para cambiar la correlación de fuerzas. Ahora, no es así.
¿Qué repertorio podemos construir? La historia de las luchas populares dentro y fuera de nuestro país reúne un amplio bagaje de experiencias que deberíamos revisar y repensar.
En primer lugar, tenemos claro que hay un cerco mediático. Toda acción colectiva debe tener como objetivo romper dicho cerco mediático. Queda claro, que acciones aisladas geográficamente, reducidas en número, cortas de duración, no serán registradas por los medios de información nacionales.
En segundo lugar, tenemos un número de dirigentes y activistas en la ciudad de Lima, que pueden sostener acciones colectivas en periodos cortos de tiempo. Una marcha, una reunión, un mitin son acciones de este tipo, pero en general, solamente convocan al núcleo duro que hemos señalado.
En tercer lugar, el resto de la ciudadanía ya sea organizada o no, suele expresar simpatía y solidaridad. Principalmente en las redes sociales poniendo like a una noticia de la protesta. Pero si la acción suma el número adecuado de personas, es posible que el compromiso asuma una forma más tradicional, que involucre su presencia física.
Entonces, se trata de proponer acciones colectivas que estén localizadas en el centro urbano, de fácil acceso a los medios de comunicación; que sean prolongadas en el tiempo; y que movilicen un número adecuado de personas.
En España, el conjunto de ciudadanos que se posesiona de Puerta del Sol durante semanas es un buen ejemplo. El 15M ha quedado como un hito político. Más cerca, la huelga de los docentes en el 2017, ocupó la Plaza San Martín durante semanas se convirtió en un punto de encuentro y referencia para la lucha magisterial.
¿Por qué no pensar en ocupar de manera pacífica una Plaza importante de Lima o algún distrito como Miraflores o San Isidro? Reapropiarse de un espacio público desde donde propalar el mensaje de protesta. Con grupos de trabajadores y trabajadoras que se van turnando y rotando, durante los días. Y desde donde van a coordinarse otras acciones colectivas: mítines, ollas comunes, pintas, ocupaciones temporales, movilizaciones, etc.
Si el movimiento sindical ocupa la Plaza san Martín durante algunas semanas ¿no sería una noticia? ¿No sería un cuestionamiento al poder establecido?, ¿y si lo mismo ocurre en las plazas de las principales ciudades del país? Decenas de plazas ocupadas bajo una misma plataforma, un mismo objetivo, las mismas consignas.
El reto es pensar nuevas formas de acción colectiva con los recursos escasos con que contamos.
Pero claro, más sencillo es no arriesgarse y seguir con los Paros Nacionales que en verdad son marchas sin huelga. La derecha ya sabe como minimizarlas aún más. El jueves 20, los trabajadores irán a laborar como todos los días, el transporte saldrá a las calles como todos los días, los escolares y universitarios tendrán clases, los mercados estarán abiertos y tendremos una marcha por el centro de Lima, algunos boches en el cono norte y algunas provincias que incomodará a algunos ciudadanos por unas horas. Luego, en privado sabremos lo limitado de la protesta y en público anunciaremos el éxito del Paro Nacional.
Pero claro, más sencillo es no arriesgarse y seguir con los Paros Nacionales que en verdad son marchas sin huelga. La derecha ya sabe como minimizarlas aún más. El jueves 20, los trabajadores irán a laborar como todos los días, el transporte saldrá a las calles como todos los días, los escolares y universitarios tendrán clases, los mercados estarán abiertos y tendremos una marcha por el centro de Lima, algunos boches en el cono norte y algunas provincias que incomodará a algunos ciudadanos por unas horas. Luego, en privado sabremos lo limitado de la protesta y en público anunciaremos el éxito del Paro Nacional.
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