Luis Fuertes, amigo del sindicalismo latinoamericano
Era un convencido del sindicalismo. Era un entusiasta de la educación sindical. Era un optimista incansable. Luis Fuertes era un compañero cabal. Desde muy joven, en medio de la dictadura franquista, animó a sus compañeros de la Olivetti a organizarse sindicalmente.
Como muchos en su generación, el compromiso sindical y político iban de la mano. En su caso, militó en el PSOE y fue dirigente de UGT en Catalunya. Fue parte de una generación de inmensos sindicalistas literalmente forjados a través de penurias, persecuciones y amenazas.
Luis era un educador permanente. Convertía toda historia en una lección para quién la quería escuchar. Un día en Lima me contó cómo organizó una huelga en plena dictadura franquista. Era una historia muy intensa de la huelga en Olivetti y de los problemas que tuvieron que sortear para eludir a la dictadura. Y más que pintarse como líder imprescindible buscaba simplemente trasmitir aquello que podía ser útil a un sindicalista latinoamericano.
Al final, recuerdo que dijo más o menos: “Hacemos lo que hacemos, porque tenemos que hacerlo. No es por fama, ni por dinero, ni por reconocimiento. Es porque es justo. Luego vendrán otros y harán su parte. No importa que se olviden de uno, lo que importa es que seguirán desde donde nosotros hemos llegado”
Luis Fuertes fue uno de los cuadros políticos más claros en la necesidad de renovar el sindicalismo en todas partes. Fue uno de los más convencidos promotores de la autoreforma sindical en América latina. Desde la OIT, supo desarrollar una labor de análisis, reflexión, organización y propuesta para fortalecer a los sindicatos de América latina. De esa experiencia se desprenden probablemente los avances más importantes del sindicalismo andino y centroamericano en la pasada década.
Siendo parte de un importante sindicato como UGT y asimismo de la OIT tenía una posición de poder frente al sindicalismo latinoamericano, sin embargo, siempre mantuvo relaciones horizontales con los sindicatos de esta parte del mundo. En un contexto donde otros miraban con desdén o condescendencia al debilitado sindicalismo latinoamericano, Luis Fuertes era una persona cordial, respetuosa y sincera.
Tenía claro que el sindicalismo, aquí y también allá en España y Europa, tenía que cambiar sustancialmente. Él creía no sólo en la necesidad del cambio sino en la capacidad del sindicato para cambiarse a sí mismo, sin traicionarse, sin dejar de ser sindicato. Lo vi defender firmemente las prácticas democráticas y solidarias del sindicalismo en contra de los sesgos corporativistas o de los prejuicios de algunos sectores.
Era un buen amigo. Su confianza en lo que hacemos, diluía las dudas y los sinsabores que tiene una recurrente acción colectiva. Que terrible el tiempo que nos quita a las personas que pensamos permanentes, insustituibles, imprescindibles.
En medio de esta tristeza solo tengo claro que efectivamente, el movimiento continúa. El trabajo seguirá bregando por organizarse cada vez mejor, aquí y en todas partes. Y lo harán con la misma alegría y confianza de Luis Fuertes. Y lo harán desde donde él dejó su parte.
Que la tierra le sea leve, compañero.
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