La crisis del sindicalismo andino: resumen
El presente texto es un resumen de la ponencia que presente en el último Congreso 2017 de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA) del presente año y que tiene por nombre: "Acción sindical y negociación colectiva en un contexto de crisis en el área andina".
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Entendemos por “sindicalismo andino” a la
acción conjunta de las centrales sindicales nacionales de Bolivia, Colombia,
Ecuador, Perú y Venezuela. Las cuales van a utilizar y constituir en diferentes
momentos, instancias de coordinación orgánica como el Consejo Consultivo
Laboral Andino (CCLA) y la Coordinadora de Centrales Sindicales Andinas (CCSA).
A la vez, serán parte activa en instancias continentales como la Confederación
Sindical de Trabajadores de las Américas (CSA) o el Encuentro sindical Nuestra
América (ESNA), participando además en propuestas como la “autoreforma
sindical”.
El
presente texto busca indagar en las razones por las cuales, el sindicalismo
andino, no ha logrado consolidarse en la última década a pesar de contar con
recursos materiales, humanos y simbólicos importantes y parece condenado a una
“debilidad estructural”. Precisamente cuando en el Cono Sur, Norteamérica y
Europa se discuten procesos de unión
renewal (revitalización sindical), es pertinente analizar los casos
fallidos como el del sindicalismo andino.
A manera de resumen
Como hemos visto, el sindicalismo andino
llega a la crisis económica del 2008 con un conjunto de problemas, limitaciones
y amenazas que eran parte de su propia crisis. La crisis sindical existente era
el resultado en primer lugar, del conjunto de cambios operados en la economía y
el mercado laboral desde los años 50s; en segundo lugar, de las reformas
neoliberales que se inician en los 80s, de las respuestas sindicales dadas a
ambos procesos y del nuevo mercado laboral que surge de dichas reformas.
De esta manera, se ha configurado un sindicalismo
andino que es diferente a los otros actores sindicales del continente. Comparte
con ellos, los problemas comunes como la baja afiliación y la dependencia de la
política, ya sea gubernamental o de oposición. Coexiste en un mercado laboral
de unidades pequeñas de producción, con un sector de servicios y comercio
importante. A la vez, es un sindicalismo descentralizado, con predominio de
sindicatos y negociación colectiva a nivel de empresa (Ermida, 1987). Los
empresarios andinos han sido renuentes a establecer mecanismos de diálogo
social por lo que las relaciones laborales en la subregión están marcadas por
una excesiva intervención del Estado, que ha buscado instrumentalizar a los
sujetos sindicales en diferentes momentos de su historia. Se trata también de
gobiernos que han implementado políticas neoliberales que suponen el debilitamiento
de la administración del Trabajo.
El
escenario heredado reduce y restringe al sindicalismo en determinados lugares,
sectores y grupos: es mayormente urbano, antes obrero/minero/petrolero y ahora
más empleado administrativo estatal o paraestatal; predominantemente masculino
y adulto. Los liderazgos de caudillos y las divisiones son parte de su
identidad también.
Frente a este amplio conjunto de problemas
y retos, el sindicalismo andino va responder con diferentes estructuras y
estrategias. Hemos visto varias de ellas y las más cercanas a la subregión son
las de la CCLA/CCSA; el movimiento de autoreforma sindical y la plataforma
ESNA. Cada una de ellas, aparece de manera directa o indirecta como una
respuesta a la “crisis del sindicalismo” en América latina o la región andina
específicamente.
Hemos visto, que la CCLA/CCSA representa un
intento original por articular una instancia de organización a nivel andino que
supera las diferencias de afiliación internacional. Probablemente, este
elemento sea su mayor virtud, a la vez, su principal debilidad fue la
precariedad económica que en un principio pensó resolverse utilizando la
estructura de la CAN o la cooperación española. La transición de CCLA a CCSA
fue un proceso inevitable ante el cambio de escenario regional, la crisis
económica y la necesidad de afirmar una voz autónoma. Sin embargo, esto último
fue lo más complicado de realizar.
Dos procesos van a diluir esta experiencia,
por un lado, la crisis económica afectó las economías europeas por lo que los
flujos de cooperación destinada a proyectos sindicales fueron cancelados o
derivados a otras regiones; por otro, la activa presencia de la CSA en la
región, y luego el propio ESNA, hacía que las instancias plurales como la CCSA
fueran vistas con menos entusiasmo.
El movimiento de la autoreforma sindical,
también se diluye casi por las mismas razones. Las iniciativas regionales
demandan mayores recursos económicos, para poder desarrollar sus actividades, y
efectivamente, la crisis económica fue un elemento central en la suspensión de
actividades del GTAS. Pero no el principal a nuestro juicio.
El discurso sindical tradicional está
orientado a responsabilizar a los gobiernos, empresarios o al imperialismo de
los problemas del sindicalismo. Sin duda, el diseño del mercado laboral con sus
inequidades e injusticias y sus consecuencias en el sindicalismo están
relacionados con las acciones de dichos actores. Sin embargo, es claro también
que el propio actor sindical es responsable de una parte de los problemas que
enfrenta. Se dice que Bruno Trentin, señalaba que, si bien el sindicato era
responsable de un 5% de esos problemas, ese 5% representaba el 100% de
responsabilidad del sindicato.
El elemento original en el movimiento de la
“autoreforma sindical” fue asumir completamente ese “porcentaje de
responsabilidad” y buscar respuestas a dichos problemas. Una propuesta así era
inevitable que encuentre resistencias en el propio movimiento sindical. Por
ejemplo, tanto en la CUT Colombia como en la CGTP de Perú se desarrollaron
amplios debates alrededor de la afiliación directa, la cuota de género, la
participación de los jóvenes, la negociación por rama. En todos ellos hubo
posiciones sindicales que buscaban mantener la situación presente o limitar los
cambios propuestos. El proceso los entendía como “inercias institucionales”
pero representaban realmente posiciones orgánicas en contra de los cambios (Orsatti, 2010).
En la medida que la autoreforma sindical se
desarrollaba principalmente dentro de la estructura de la CSA, se vio influida
por las diferencias internas de dicha central. De esta manera, se van creando
las condiciones para reorientarla como efectivamente ocurre en el tercer
congreso de la CSA en el 2016.
El caso de la ESNA es interesante porque
incorpora el carácter plural por encima de las afiliaciones internacionales que
hemos visto en los casos de la CCSA y de la autoreforma. Pero mientras que, en los
casos anteriores, la apertura proviene de las organizaciones vinculadas a la
CSA que incorporan a centrales independientes como la CUT Colombia (en un
primer momento) o afiliadas a la FSM como la CGTP de Perú; en este caso, son
las centrales más a la izquierda (PIT-CNT de Uruguay y CTB de Brasil) quienes abren
un espacio para que las centrales afiliadas a la CSA puedan participar.
Probablemente, la ventaja del ESNA radique
en sus modestos objetivos. Sin una estructura permanente, con una coordinación
que va rotando entre cada encuentro, con documentos que principalmente buscan
ordenar una agenda de movilizaciones, era factible pensar que puede mantenerse
vigente. El ESNA ha tenido una presencia menor en el área andina, pues
solamente en Quito y Caracas se han realizado reuniones.
El elemento característico del ESNA es su
identificación con una propuesta política de izquierdas. Es lo que Boix
denomina la “dependencia de la política” frente a la autonomía de lo sindical (Boix,
2011). Se trata de una doble
relación, que supone la dependencia sindical frente a los partidos o gobiernos
de izquierda entendiéndose como correas
de trasmisión; pero también supone, en contextos adversos, donde no hay un
proyecto o gobierno de izquierdas, que el sindicato pretende sustituir al
partido (Boix, 2011).
Las Declaraciones del ESNA oscilan entre
esos extremos pasando del apoyo a propuestas y gobiernos, a la definición de
objetivos políticos no articulados a la problemática sindical y sin una
coordinación con partidos u organizaciones políticas locales.
Los problemas que enfrenta el ESNA se
deducen de lo anterior. En primer lugar, quedar subordinado al destino de los
gobiernos progresistas en la región, en el caso andino, se trata de Venezuela,
Bolivia y Ecuador. En segundo lugar, convertirse en un espacio de agitación
política sin mayor relevancia en las relaciones laborales o la acción sindical
andina.
La crisis del sindicalismo andino que venía
de fines del siglo XX no ha logrado ser atenuada o resuelta con las propuestas
planteadas desde inicios del presente siglo. Los indicadores de densidad
sindical permanecen inmóviles y no hay signos visibles de cambios en la
negociación colectiva.
La situación del sindicalismo andino es de
una “debilidad estructural”, es
decir, las relaciones entre la estructura económica, el mercado, las relaciones
laborales y el poder político limitan las posibilidades de organización y
acción sindical. Al ser un movimiento sindical de baja afiliación, su capacidad
para incidir de manera autónoma, en alguno de estos espacios es mínima.
Debilidad
en afiliación sindical y negociación colectiva
Las tasas de afiliación sindical se
mantienen por debajo del 10% en la región. A pesar de los esfuerzos por
incorporar tanto a sectores tradicionales como nuevos, no hay mayores cambios
en los indicadores. Se trata de un sujeto sindical reducido y esto tiene
consecuencias en el mercado laboral, como ocurre en Japón y Europa.
“El segundo
catalizador estructural es el proceso de desindicalización, que tiene un efecto
especialmente fuerte en el Japón, seguido por los países de Europa continental
(con la excepción de España). El debilitamiento del poder sindical ha tenido un
impacto mucho menor en los salarios de los países anglosajones, que son
representativos del paradigma de los mercados desreglamentados, y prácticamente
no ha tenido incidencia alguna en los países nórdicos. Esto confirma los
resultados bastante generalizados de muchos otros estudios de que el poder
sindical no tiene gran influencia en el mercado laboral de estas economías.” (Judzik y Sala, 2013)
A partir del estudio de Beneyto y Orsatti
(2015) podemos confirmar que la debilidad en la afiliación sindical está
vinculada con la baja cobertura de la negociación colectiva. Esta relación se
explica por la estructura sindical predominante en la región andina, que es el
sindicato de empresa.
Dicha estructura sindical limita el alcance
de los convenios colectivos y evita como hemos señalado, que se aplique el
principio jurídico del erga omnes en
la región. Como indica Boix (2011) la empresa debe ser el punto de partida de la organización
sindical, pero no el de llegada. El “sindicato de empresa” convierte a la
empresa en el marco esencial y generalmente único de solidaridad,
reivindicación y movilización. Así, el ámbito de definición de las condiciones
básicas de trabajo es la empresa antes que el sector o rama de producción.
Más aún, porque la negociación colectiva
por empresa promueve un sindicalismo centrado en el control del puesto de trabajo, en la defensa
de la estabilidad en el empleo. Lo que se denomina, un sindicalismo de “job control” que por estar basado en la
estabilidad laboral tiende a discriminar a otros colectivos laborales, incluso
dentro de la misma empresa (Zapata, 2003).
Cambiar esta situación implica incrementar
la afiliación sindical y presionar para que los gobiernos prioricen la
negociación colectiva por rama.
“Sin duda, sería
deseable que los sindicatos fueran lo suficientemente fuertes como para
aumentar la tasa de sindicación a través de campañas activas hasta alcanzar el
punto en el que su propio poder negociador autónomo les permitiera volver a
sentar a los empleadores en la mesa de negociaciones y de este modo incrementar
la tasa de cobertura de los convenios colectivos. Sin embargo, en la actualidad
esta perspectiva parece muy poco probable. Además, los sistemas de negociación
completamente autónomos sin apoyo del Estado son muy vulnerables.” (Bosch, 2015, p. 67)
Efectivamente, en las actuales condiciones
para el sindicalismo andino, la perspectiva de cambiar la estructura sindical y
negocial es poco probable.
Debilidad
en organización y autonomía
El esfuerzo por construir una coordinadora
sindical andina no logró sostenibilidad económica, política ni orgánica. Hay un
conjunto amplio de factores que determinaron que dicha propuesta se diluya
luego de algunos años, pero el factor determinante nuevamente fue la reducida
tasa de afiliación sindical.
Esto no supone que en determinados sectores
económicos y en coyunturas específicas, algunos sindicatos, generalmente en
alianza o subordinados al poder político, puedan efectuar acuerdos o defender
posiciones de manera exitosa.
Ciertamente, esto es posible porque como
señala Padrón:
“el sindicato representa a sus
afiliados como cualquier otra institución o asociación representa a sus
miembros. La representatividad es otra cosa: se refiere a la capacidad de
convocatoria, arrastre o movilización del sindicato; cuando este la posee, sus
convocatorias desbordan la cantidad de afiliados e interpelan al conjunto de
los trabajadores. (…) Por lo tanto, es más importante la representatividad que
la representación, si bien hasta cierto punto esta última opera como un
requisito necesario –aunque no suficiente– para alcanzar la primera. (Padrón, 2011)
El sindicalismo andino mantiene ciclos de
movilización dependiendo de las coyunturas políticas y económicas. Pues, la
debilidad estructural del mismo reduce la autonomía sindical, es decir, la
capacidad del sujeto sindical de establecer objetivos, líneas de acción y
estrategias independientes de los poderes políticos o económicos.
Como señala Boix, esta dependencia tiene
dos aspectos. El sindicalismo andino queda subordinado a partidos o gobiernos,
o su acción busca reemplazar a los partidos. En el caso andino hemos visto que
ambos elementos están presentes.
Las opciones estratégicas del sindicalismo
andino oscilan entre el movimientismo en apoyo u oposición a un gobierno; o la
participación en proyectos políticos. Zapata (2003) en su descripción de la crisis del sindicalismo latinoamericano a
inicios del presente siglo señalaba que existían tres modelos de acción del
sindicalismo político: a.- confrontacional y rupturista. b.-reformista y c.-
politización de lo sindical. En el caso andino, hemos visto que predomina la última,
pero con resultados limitados.
Como
hemos visto, las condiciones estructurales en que se desarrolla el sindicalismo
andino imponen serias limitaciones a la capacidad del sujeto sindical para
modificar su situación. Si bien esta es una situación general, no impide que
existan núcleos particulares que estén logrando mejoras sustantivas. Lo que se
cuestiona, es la idea que dichas mejoras tienen un efecto acumulativo o de
incidencia en el escenario general.
En
un escenario así, solamente un cambio externo –un largo ciclo de crecimiento
económico acompañado de un contexto político favorable y una propuesta política
centrada en el trabajo- podría incidir
positivamente en la situación del sindicalismo andino.
2.
Referencias
Beneyto, P. J.
y Orsatti, A. (2015). Densidad sindical y negocial en Europa y América Latina. ALAS. Congreso ALAS, San José.
Boix, I. (2011). La “Autoreforma” del sindicalismo latinoamericano como expresión de la autonomia sindical. En GTAS (Ed.), Procesos de autoreforma sindical en las Américas. Sao Paulo: CSA.
Boix, I. (2011). La “Autoreforma” del sindicalismo latinoamericano como expresión de la autonomia sindical. En GTAS (Ed.), Procesos de autoreforma sindical en las Américas. Sao Paulo: CSA.
Bosch, G. (2015). Negociación colectiva en declive y desigualdad en aumento. Análisis comparado de cinco países de la UE. Revista Internacional del Trabajo, 134(1), 65–74. https://doi.org/10.1111/j.1564-9148.2015.00235.x
Ermida, O. (1987). Las relaciones de trabajo en América Latina: Problemas y tendencias actuales. THĒMIS-Revista de Derecho, (8), 15–20.
Judzik, D. y Sala, H. (2013). Productividad, desindicalización y comercio: efectos sobre el salario y la participación de la renta del trabajo. Revista Internacional del Trabajo, 132(2), 233–266.
Orsatti, A. (2010). El proceso de Autoreforma Sindical en la Región Andina. Lima.
Orsatti, A. (2016). Densidad aslariada, sindical y negocial en las Américas. En C. Ledesma y A.
Orsatti (Eds.), Panorama Laboral Normativo. En materia de libertad sindical y negociación colectiva en América Latina y Caribe. Sao Paulo: CSA.
Padrón, A. (2011). Internacionalismo y renovación: Los desafíos del sindicalismo. Nueva Sociedad, (232), 71–85.
Ruiz, J. (2009). Análisis sociológico del discurso: métodos y lógicas. Forum: Qualitative social research, 10(2), 26. Recuperado de http://nbn-resolving.de/urn:nbn:de:0114-fqs0902263
Ruiz, S. (2011). Una aproximación al Análisis Sociológico del Discurso: Una apuesta por la razón práctica.
Zapata, F.
(2003). ¿Crisis
del sindicalismo en América latina?: Helen Kellogg
Institute for International Studies.
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