Cambios tecnológicos, capacitación y acción sindical
En los últimos 20 años el sector
de la construcción ha registrado una serie de cambios importantes tanto en la
manera de organizar el trabajo como en el uso de nuevas tecnologías. Estos
cambios están configurando un nuevo rostro a la actividad de la construcción.
Las nuevas tecnologías se aplican
al uso de materiales, donde podemos ver cambios significativos, como por
ejemplo los prefabricados como el drywall y similares. También han afectado a
los procedimientos donde nuevas maquinarias vienen a reducir los tiempos de
construcción como el número de trabajadores necesarios para una obra.
El proceso de renovación
tecnológica es parte del desarrollo del capital. Lo hemos visto en otras
industrias y actividades económicas. El capitalismo busca reducir el tiempo de
producción, abaratar la mano de obra y elevar la productividad de todo el proceso.
En el caso de la construcción,
las nuevas tecnologías permiten procesos de construcción más rápidos, mayor
empleo de trabajo calificado, mayor peso de la fuerza de trabajo intelectual
frente a la fuerza física, y por ende mayor heterogeneidad del sujeto laboral.
Un efecto inmediato de estos cambio ha sido por ejemplo el reconocimiento de
los “operarios de alta calificación” en nuestro sector, asimismo la presencia
cada vez mayor de trabajadoras mujeres realizando tareas cada vez más
complejas.
Estos cambios como sabemos bien,
no implican necesaria ni automáticamente una mejora para los trabajadores.
Carlos Tovar siguiendo a su tocayo Marx, ha explicado bien que todo desarrollo tecnológico
incrementa la productividad y podría permitir una reducción de las horas de
trabajo, sin embargo la historia del capitalismo muestra que no ha ocurrido
esto salvo cuando los trabajadores se han organizado y luchado por ello.
Uno de los principales retos que
estos cambios representan para los trabajadores tiene que ver con la
capacitación técnica. Para decirlo claramente: en los próximos años, el mercado
laboral de la construcción va a requerir trabajadores cada vez más calificados.
Ya sea en un escenario de crecimiento económico que mantiene el boom de la
construcción como en el más probable contexto de una desaceleración, los
trabajadores que dispongan de acreditaciones técnicas tendrán mayores
oportunidades de acceder a un puesto de empleo.
El problema de esta situación es
que en el país, no existe una política articulada de formación técnica. En este
espacio hay una diversa oferta de formación técnica para la construcción desde
el sector privado, cuya calidad es discutible. En el sector público tenemos a
SENCICO cuya lógica ha sido muchas veces competir con la oferta privada antes
que desarrollar una política nacional de formación técnica para la
construcción.
El gremio de los empresarios
tampoco tiene una posición clara en este aspecto. No existe un diagnóstico
sobre los requerimientos de trabajo especializado que demanda el sector de la
construcción. Como es habitual, hay mucha improvisación. En las grandes obras,
se califica a los trabajadores según las necesidades del momento, cuando alguna
especialidad no se encuentra en el mercado local pues se contrata trabajadores
de otro país. Se resuelve así un problema con salidas inmediatistas.
El Estado a lo largo de la última
década ha tratado con poco éxito de establecer un sistema de certificación de
las competencias laborales, peor aún las disputas entre los Ministerios de
Educación y de Trabajo han hecho que sea un proceso lento y confuso.
Para la organización sindical
esta situación es de mucha preocupación. Se trata de construir entre Estado, trabajadores
y empresarios de la construcción una política de formación técnica que responda
a las necesidades del mercado nacional y permita disponer de trabajadores y
trabajadoras calificados en la industria de la construcción. Esta política debe
dar un nuevo impulso a SENCICO, actualizando su matriz curricular, ampliando su
radio de intervención, orientando los canales de formación a los sectores más
necesitados y articulándose a la vez, al sistema de educación superior. Se debe
fiscalizar además la oferta privada para garantizar niveles de calidad
adecuados.
En este proceso, la FTCCP es un
actor clave e indispensable. Como lo demuestra la experiencia de otros países como España o Argentina, el establecimiento de un sistema exitoso de formación
técnica debe contar con la participación de las organizaciones sindicales. De
esta manera se garantiza que el proceso de formación atienda tanto a las
necesidades del mercado como a las aspiraciones de los trabajadores.
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