DEBATE: sindicalismo y autoempleo
Siempre resulta estimulante intercambiar ideas de manera seria y especialmete si se trata de temas sindicales. Por eso me alegra esta inesperada controversía con Raúl Rosales, un joven antropólogo que entiendo trabaja para la CUT. Estoy seguro que este nuevo contacto será motivo de una amistad pletórica de discusiones, como solía decir György Lukács. Y esas son las amistades que más conservo.
Esta discusión no planificada, se explica por una alusión de dos líneas que hice a un artículo de Rosales donde trata de definir el autoempleo según dicho texto desde la "perspectiva del sindicalismo sociopolítico". En mi texto señalo al pasar que dicha perspectiva no me parece la más pertinente para acercarse a un tema tan complicado. Ciertamente no me demoré en poner mayores argumentos para algo que parecía obvio.
Luego Rosales ha escrito un artículo que merece ser respondido, así que vamos entrando en materia. Lo primero que es imposible dejar de señalar, es la peculiar manera de discutir que tiene Rosales. Ciertamente no hay nada escrito en estos menesteres, pero como sabemos, se trata de un intercambio de ideas, no de puyas entre personas. Se discuten las ideas. De manera curiosa Rosales me conmina a hacer cosas como visitar a los autoempleados que él conoce, asumiendo mi desconocimiento de dichas personas, como un problema en mi argumentación. Cuando de lo que se trata es de discutir las ideas de los artículos, no las acciones o inacciones de las personas. Es sólo una cuestión de cultura democrática.
Más preocupante es la alusión a Hernando Guerra García que hace el artículo de Rosales. Imagino que debo entenderla como un lapsus del corrector ortográfico automático que tienen los procesadores de textos informáticos, pues el artículo de Rosales dice "Enano Guerra García" y no creo que sea la intención insultar a un político con el que se tienen diferencias, y menos aún hacerlo desde el blog institucional de la CUT que apoya a la agrupación Fuerza Social donde milita precisamente Guerra García. Por eso, me parece que ese término debe corregirse.
Habiendo señalado esto, entremos a la discusión.
Lo de "significantes hegemónicos" y otras sutilezas
No es mi intención entrar en una discusión exegética acerca de conceptos como "significantes hegemónicos" y similares, que pueden ser obscuros para la mayoría de nuestros lectores. Más áun cuando se trata de hacerse entender. Me parece que el articulo pone mucho énfasis en demostrar que se conoce un concepto particular y se quiere utilizar incluso forzando la realidad. A la vez, no comparto esa curiosa idea de "líneas correctas conceptuales", que emplea el articulo de Rosales. Las verdades, especialmente en ciencias sociales, son casi siempre contingentes.
También es necesario señalar que las categorías "obrero", "proletario", "asalariado" y "trabajador" no son -en la sociología del trabajo-, intercambiables ni aluden al mismo sujeto social. Habitualmente pensar que son sinónimos puede ser propio de un lector casual de temas sindicales o de un lego en sociología del trabajo. No deja de causar sorpresa el uso indiscriminado y homogeneizador de las mismas que le brinda el articulo de Rosales. Por otro lado, se atribuye a mi artículo considerar como un significante hegemónico al "trabajador asalariado" pero para eso se requiere de un consenso social y no sólo de una voluntad particular, ni de un único texto, como bien señala el propio Laclau.
Una primera afirmación del artículo de Rosales es que mi posición trata de reducir la diversidad del autoempleo a la identidad homogénea del asalariado, proletario u obrero. No es así. La lógica de mi articulo buscaba desenredar todo lo que se ha formado sobre este discurso de "emprendimiento" como una visión optimista e integradora de las iniciativas empresariales. Lo que señala mi articulo es bastante sencillo: el discurso de los emprendedores es más marketing que teoría social. Es más etiqueta que concepto. Y por eso, incorporarlo en las agendas políticas de la izquierda me parece un despropósito total. Sobre este tema de fondo, el texto de Rosales no señala nada.
Mi texto afirma precisamente la diversidad del autoempleo y trato de articular a una parte específica de los mismos -trabajador individual sin empleados o gente a su cargo- en tanto "trabajador". No como proletario, obrero y menos como asalariado. Eso es un sesgo del texto de Rosales.
Tengo la impresión que la diferencia radica en la manera que nos acercamos a la realidad. El articulo de Rosales, a mi juicio, parte de un conjuntos de preconceptos, establecidos a priori y trata de encuadrar la realidad en ellos: autoempleo y sindicalismo sociopolítico son dos buenos ejemplos.
Identidades sindicales
La principal acusación del texto de Rosales a mi artículo es que trato de colonizar desde el asalariado la identidad de los autoempleados, atribuyendoles problemas y agendas que no son las propias, dejando de reconocer sus intereses o necesidades. Curiosamente, los ejemplos que pone el articulo de Rosales son todos "comerciantes ambulantes", dejando de lado a otros colectivos identificados con el autoempleo. Así quien reduce es el texto de Rosales.
Seamos más claros: el concepto de autoempleo es un tema de discusión y debate. No es algo claro y distinto como exigía el buen Descartes. A mi juicio, comprende diferentes grupos de actividades económicas, muy diferentes entre si y con diferentes intereses y necesidades. Tengo claro y me reafirmo -estadísticas de por medio- que hay un sector de personas que se dedican al autoempleo en condiciones de precariedad laboral. También es claro que ese es el sector que me interesa y sobre el cual mis afirmaciones pueden aplicarse.
El texto de Rosales observa lo que ocurre a un par de grupos de comerciantes ambulantes, con los que aparentemente trabaja de manera directa el autor. De esta experiencia personal y laboral extrapola una identidad al conjunto de los autoempleados. No sabemos si esos comerciantes son individuales o forman grupos, si emplean a su vez a familiares como es habitual, o a otros en una relación salarial pero es muy probable. Los estudios sobre pequeños comerciantes son bastante abundantes en la antropología urbana como para pensar que se está descubriendo algo nuevo.
Lo real es que el texto de Rosales, ni el primero ni el segundo logran definir más allá de la retórica, qué son los autoempleados y por que deberían ser considerados una identidad laboral específica en el capitalismo. El texto sorprende cuando señala que "el autoempleado es un actor laboral que surge por la ausencia de trabajo asalariado causado por las débiles políticas del Estado que no fomentan ni promocionan trabajo decente y por los altos índices de desempleo que empobrece a amplios sectores de la sociedad." (sic). En verdad, se trata de la debilidad estructural del capitalismo, incapaz de incorporar como asalariados a toda la oferta disponible. Las políticas de estado pueden influir en la solución o no del desempleo, pero no son la causa del mismo. Al margen que señalar que no hay empleo asalariado por el alto indice de desempleo es una tautología propia de don Pedro Grullo.
Los autoempleados del texto de Rosales son "trabajadores comerciantes". Así, para el texto de Rosales lo central es su carácter de "comerciantes" (de allí los problemas que resalta). En cambio, a mi sindicalmente me interesan en tanto "trabajadores".
El texto de Rosales atribuye a los que autodenomina autoempleados una "agenda politica" particular y he aquí lo que me parece significativo del texto de Rosales: se construye un sujeto social y se le atribuye una agenda, lo que sigue, es bastante común, se dice representarlo. Aquí se ingresa el segundo concepto que completa el texto de Rosales: el sindicalismo sociopolítico. El cual aparece como la llave maestra que resuelve todo.
Lo diré brevemente porque tampoco hay que demorarse en estas cosas: el concepto de "sindicalismo sociopolítico" es una herencia de la Guerra Fría. Una herencia bastante complicada. Para los nuevos diré lo siguiente: el sindicalismo de clase mantiene desde su origen, una relación cercana, casi familiar con el horizonte político y cultural de la izquierda. Desde comunistas, socialistas y anarquistas y los infinitos matices que existen entre estas grandes familias. Pero en los 50s, dos potencias mundiales (EEUU y URSS) se disputaban todos los espacios sociales en una lógica de suma cero, de todo o nada, de ellos o nosotros. Y esa disputa se llevó también al terreno sindical, con resultados nefastos.
Ahora es claro que eso llamado "sindicalismo libre" construido en los 50s fue parte de ese juego de poder mundial y no respondía ni a las necesidades objetivas de los trabajadores ni a los intereses del sindicalismo internacional. Desde esta perspectiva se intentó desarrollar un movimiento de trabajadores que sea a la vez sindical y anticomunista. En lo primero fracasaron, pero en lo segundo tuvieron mayor éxito. No voy a referirme a la penosa tradición de amarillismo, claudicación, traición y corrupción que se forjo bajo el "sindicalismo libre".
En 1989 la guerra fría termina con el triunfo de los EEUU. El comunismo como amenaza global está en franca derrota a nivel mundial y movimientos como el "sindicalismo libre" terminan siendo obsoletos. Ya no habían los grandes sindicatos "no libres" de los países comunistas, la posibilidad de una reunión era factible. Pero -y he aquí lo polémico del tema-, la fractura entre liderazgos sindicales comunistas y anticomunistas permaneció vigente. Mi hipótesis es que para un grupo de actores sindicales en diversos países del mundo, era necesario mantener una identidad propia, al margen de los sindicatos "izquierdistas". Estos viejos sindicalistas anticomunistas trataron de construir un espacio propio, autónomo, que los diferencie del sindicalismo de clase. Esto afecto a todo el mundo, por ejemplo uno podría preguntarse ¿cuáles fueron las posiciones sindicales que desde afuera promovieron la constitución de la CUT en el Perú?
Afortunadamente, el General Tiempo siguió su curso y buena parte de los liderazgos sindicales de la guerra fría ya ha concluido su ciclo vital. La globalización neoliberal y los cambios en el mercado laboral estadounidense y europeo han renovado el rostro del sindicalismo americano y mundial. Una reflexión más seria ha venido renovando al "sindicalismo sociopolítico" heredero del viejo "sindicalismo libre" y concuerdo que los aportes de Julio Godio han sido poco menos que imprescindibles para dicho proceso de renovación. Pero siendo claros, se trata de una evolución que los ha ido acercando a la izquierda, que es de donde nunca debieron alejarse.
Cuando el texto de Rosales señala que el sindicalismo sociopolítico resulta idóneo para comprender los intereses y demandas de los comerciantes ambulantes que denomina autoempleados, alude a la amplitud de temas y miradas que se han incorporado a lo sociopolítico, pero no explica en sí, porque esta perspectiva es mejor, simplemente asume que lo es.
Finalmente, la principal crítica del texto de Rosales es que trato de "universalizar las demandas" de los trabajadores asalariados al conjunto de los trabajadores autoempleados. Y aquí sinceramente me cuesta no ser sarcástico. ¿Desde cuándo, en el sindicalismo alguien tiene problemas por universalizar demandas? No ha sido acaso nuestra historia precisamente la lucha por hacer universales las demandas, las conquistas y los triunfos alcanzados por unos u otros? ¿No fue la lucha por las ocho horas un ejemplo de una demanda que se transforma en universal? ¿Esta mal que los trabajadores autoempleados aspiren a tener vacaciones, jubilación, seguro de salud y otros derechos similares?
En la perspectiva del texto de Rosales, todo se agota en los problemas inmediatos de los comerciantes ambulantes. El texto no logra imaginar una alternativa más allá del serenazgo que persigue al ambulante, o las ganancias pérdidas por un Metro o un Tottus que aparece en el barrio. No ve si el vendedor ambulante a su vez, es patrón de otro trabajador.
Porque para el texto de Rosales, resulta imprescindible diferenciar la identidad de este vendedor, por eso su insistencia en "juntos pero no revueltos" (lo cual no deja de ser muy extraño entre sindicalistas). La idea del texto de Rosales es justificar un sujeto social diferenciado, atribuirle una identidad y luego pretender representarlo.
Políticamente, es una práctica muy vieja y manida. Académicamente, resulta imposible de sostener. Sindicalmente, es la puerta a una división absurda.
ACTUALIZACIÓN: 03 DE NOVIEMBRE
Rosales insiste y repite en su estilo, las dos ideas que levanta: que los autoempleados tienen una agenda autosuficiente y que el sindicalismo sociopolítico es maravilloso. Igual hay que leerlo. Aquí su respuesta:
Esta discusión no planificada, se explica por una alusión de dos líneas que hice a un artículo de Rosales donde trata de definir el autoempleo según dicho texto desde la "perspectiva del sindicalismo sociopolítico". En mi texto señalo al pasar que dicha perspectiva no me parece la más pertinente para acercarse a un tema tan complicado. Ciertamente no me demoré en poner mayores argumentos para algo que parecía obvio.
Luego Rosales ha escrito un artículo que merece ser respondido, así que vamos entrando en materia. Lo primero que es imposible dejar de señalar, es la peculiar manera de discutir que tiene Rosales. Ciertamente no hay nada escrito en estos menesteres, pero como sabemos, se trata de un intercambio de ideas, no de puyas entre personas. Se discuten las ideas. De manera curiosa Rosales me conmina a hacer cosas como visitar a los autoempleados que él conoce, asumiendo mi desconocimiento de dichas personas, como un problema en mi argumentación. Cuando de lo que se trata es de discutir las ideas de los artículos, no las acciones o inacciones de las personas. Es sólo una cuestión de cultura democrática.
Más preocupante es la alusión a Hernando Guerra García que hace el artículo de Rosales. Imagino que debo entenderla como un lapsus del corrector ortográfico automático que tienen los procesadores de textos informáticos, pues el artículo de Rosales dice "Enano Guerra García" y no creo que sea la intención insultar a un político con el que se tienen diferencias, y menos aún hacerlo desde el blog institucional de la CUT que apoya a la agrupación Fuerza Social donde milita precisamente Guerra García. Por eso, me parece que ese término debe corregirse.
Habiendo señalado esto, entremos a la discusión.
Lo de "significantes hegemónicos" y otras sutilezas
No es mi intención entrar en una discusión exegética acerca de conceptos como "significantes hegemónicos" y similares, que pueden ser obscuros para la mayoría de nuestros lectores. Más áun cuando se trata de hacerse entender. Me parece que el articulo pone mucho énfasis en demostrar que se conoce un concepto particular y se quiere utilizar incluso forzando la realidad. A la vez, no comparto esa curiosa idea de "líneas correctas conceptuales", que emplea el articulo de Rosales. Las verdades, especialmente en ciencias sociales, son casi siempre contingentes.
También es necesario señalar que las categorías "obrero", "proletario", "asalariado" y "trabajador" no son -en la sociología del trabajo-, intercambiables ni aluden al mismo sujeto social. Habitualmente pensar que son sinónimos puede ser propio de un lector casual de temas sindicales o de un lego en sociología del trabajo. No deja de causar sorpresa el uso indiscriminado y homogeneizador de las mismas que le brinda el articulo de Rosales. Por otro lado, se atribuye a mi artículo considerar como un significante hegemónico al "trabajador asalariado" pero para eso se requiere de un consenso social y no sólo de una voluntad particular, ni de un único texto, como bien señala el propio Laclau.
Una primera afirmación del artículo de Rosales es que mi posición trata de reducir la diversidad del autoempleo a la identidad homogénea del asalariado, proletario u obrero. No es así. La lógica de mi articulo buscaba desenredar todo lo que se ha formado sobre este discurso de "emprendimiento" como una visión optimista e integradora de las iniciativas empresariales. Lo que señala mi articulo es bastante sencillo: el discurso de los emprendedores es más marketing que teoría social. Es más etiqueta que concepto. Y por eso, incorporarlo en las agendas políticas de la izquierda me parece un despropósito total. Sobre este tema de fondo, el texto de Rosales no señala nada.
Mi texto afirma precisamente la diversidad del autoempleo y trato de articular a una parte específica de los mismos -trabajador individual sin empleados o gente a su cargo- en tanto "trabajador". No como proletario, obrero y menos como asalariado. Eso es un sesgo del texto de Rosales.
Tengo la impresión que la diferencia radica en la manera que nos acercamos a la realidad. El articulo de Rosales, a mi juicio, parte de un conjuntos de preconceptos, establecidos a priori y trata de encuadrar la realidad en ellos: autoempleo y sindicalismo sociopolítico son dos buenos ejemplos.
La unidad sindical es una fortaleza.
Foto tomada de aquí.
La principal acusación del texto de Rosales a mi artículo es que trato de colonizar desde el asalariado la identidad de los autoempleados, atribuyendoles problemas y agendas que no son las propias, dejando de reconocer sus intereses o necesidades. Curiosamente, los ejemplos que pone el articulo de Rosales son todos "comerciantes ambulantes", dejando de lado a otros colectivos identificados con el autoempleo. Así quien reduce es el texto de Rosales.
Seamos más claros: el concepto de autoempleo es un tema de discusión y debate. No es algo claro y distinto como exigía el buen Descartes. A mi juicio, comprende diferentes grupos de actividades económicas, muy diferentes entre si y con diferentes intereses y necesidades. Tengo claro y me reafirmo -estadísticas de por medio- que hay un sector de personas que se dedican al autoempleo en condiciones de precariedad laboral. También es claro que ese es el sector que me interesa y sobre el cual mis afirmaciones pueden aplicarse.
El texto de Rosales observa lo que ocurre a un par de grupos de comerciantes ambulantes, con los que aparentemente trabaja de manera directa el autor. De esta experiencia personal y laboral extrapola una identidad al conjunto de los autoempleados. No sabemos si esos comerciantes son individuales o forman grupos, si emplean a su vez a familiares como es habitual, o a otros en una relación salarial pero es muy probable. Los estudios sobre pequeños comerciantes son bastante abundantes en la antropología urbana como para pensar que se está descubriendo algo nuevo.
Lo real es que el texto de Rosales, ni el primero ni el segundo logran definir más allá de la retórica, qué son los autoempleados y por que deberían ser considerados una identidad laboral específica en el capitalismo. El texto sorprende cuando señala que "el autoempleado es un actor laboral que surge por la ausencia de trabajo asalariado causado por las débiles políticas del Estado que no fomentan ni promocionan trabajo decente y por los altos índices de desempleo que empobrece a amplios sectores de la sociedad." (sic). En verdad, se trata de la debilidad estructural del capitalismo, incapaz de incorporar como asalariados a toda la oferta disponible. Las políticas de estado pueden influir en la solución o no del desempleo, pero no son la causa del mismo. Al margen que señalar que no hay empleo asalariado por el alto indice de desempleo es una tautología propia de don Pedro Grullo.
Los autoempleados del texto de Rosales son "trabajadores comerciantes". Así, para el texto de Rosales lo central es su carácter de "comerciantes" (de allí los problemas que resalta). En cambio, a mi sindicalmente me interesan en tanto "trabajadores".
El texto de Rosales atribuye a los que autodenomina autoempleados una "agenda politica" particular y he aquí lo que me parece significativo del texto de Rosales: se construye un sujeto social y se le atribuye una agenda, lo que sigue, es bastante común, se dice representarlo. Aquí se ingresa el segundo concepto que completa el texto de Rosales: el sindicalismo sociopolítico. El cual aparece como la llave maestra que resuelve todo.
Lo diré brevemente porque tampoco hay que demorarse en estas cosas: el concepto de "sindicalismo sociopolítico" es una herencia de la Guerra Fría. Una herencia bastante complicada. Para los nuevos diré lo siguiente: el sindicalismo de clase mantiene desde su origen, una relación cercana, casi familiar con el horizonte político y cultural de la izquierda. Desde comunistas, socialistas y anarquistas y los infinitos matices que existen entre estas grandes familias. Pero en los 50s, dos potencias mundiales (EEUU y URSS) se disputaban todos los espacios sociales en una lógica de suma cero, de todo o nada, de ellos o nosotros. Y esa disputa se llevó también al terreno sindical, con resultados nefastos.
Ahora es claro que eso llamado "sindicalismo libre" construido en los 50s fue parte de ese juego de poder mundial y no respondía ni a las necesidades objetivas de los trabajadores ni a los intereses del sindicalismo internacional. Desde esta perspectiva se intentó desarrollar un movimiento de trabajadores que sea a la vez sindical y anticomunista. En lo primero fracasaron, pero en lo segundo tuvieron mayor éxito. No voy a referirme a la penosa tradición de amarillismo, claudicación, traición y corrupción que se forjo bajo el "sindicalismo libre".
En 1989 la guerra fría termina con el triunfo de los EEUU. El comunismo como amenaza global está en franca derrota a nivel mundial y movimientos como el "sindicalismo libre" terminan siendo obsoletos. Ya no habían los grandes sindicatos "no libres" de los países comunistas, la posibilidad de una reunión era factible. Pero -y he aquí lo polémico del tema-, la fractura entre liderazgos sindicales comunistas y anticomunistas permaneció vigente. Mi hipótesis es que para un grupo de actores sindicales en diversos países del mundo, era necesario mantener una identidad propia, al margen de los sindicatos "izquierdistas". Estos viejos sindicalistas anticomunistas trataron de construir un espacio propio, autónomo, que los diferencie del sindicalismo de clase. Esto afecto a todo el mundo, por ejemplo uno podría preguntarse ¿cuáles fueron las posiciones sindicales que desde afuera promovieron la constitución de la CUT en el Perú?
Afortunadamente, el General Tiempo siguió su curso y buena parte de los liderazgos sindicales de la guerra fría ya ha concluido su ciclo vital. La globalización neoliberal y los cambios en el mercado laboral estadounidense y europeo han renovado el rostro del sindicalismo americano y mundial. Una reflexión más seria ha venido renovando al "sindicalismo sociopolítico" heredero del viejo "sindicalismo libre" y concuerdo que los aportes de Julio Godio han sido poco menos que imprescindibles para dicho proceso de renovación. Pero siendo claros, se trata de una evolución que los ha ido acercando a la izquierda, que es de donde nunca debieron alejarse.
Cuando el texto de Rosales señala que el sindicalismo sociopolítico resulta idóneo para comprender los intereses y demandas de los comerciantes ambulantes que denomina autoempleados, alude a la amplitud de temas y miradas que se han incorporado a lo sociopolítico, pero no explica en sí, porque esta perspectiva es mejor, simplemente asume que lo es.
Finalmente, la principal crítica del texto de Rosales es que trato de "universalizar las demandas" de los trabajadores asalariados al conjunto de los trabajadores autoempleados. Y aquí sinceramente me cuesta no ser sarcástico. ¿Desde cuándo, en el sindicalismo alguien tiene problemas por universalizar demandas? No ha sido acaso nuestra historia precisamente la lucha por hacer universales las demandas, las conquistas y los triunfos alcanzados por unos u otros? ¿No fue la lucha por las ocho horas un ejemplo de una demanda que se transforma en universal? ¿Esta mal que los trabajadores autoempleados aspiren a tener vacaciones, jubilación, seguro de salud y otros derechos similares?
En la perspectiva del texto de Rosales, todo se agota en los problemas inmediatos de los comerciantes ambulantes. El texto no logra imaginar una alternativa más allá del serenazgo que persigue al ambulante, o las ganancias pérdidas por un Metro o un Tottus que aparece en el barrio. No ve si el vendedor ambulante a su vez, es patrón de otro trabajador.
Porque para el texto de Rosales, resulta imprescindible diferenciar la identidad de este vendedor, por eso su insistencia en "juntos pero no revueltos" (lo cual no deja de ser muy extraño entre sindicalistas). La idea del texto de Rosales es justificar un sujeto social diferenciado, atribuirle una identidad y luego pretender representarlo.
Políticamente, es una práctica muy vieja y manida. Académicamente, resulta imposible de sostener. Sindicalmente, es la puerta a una división absurda.
ACTUALIZACIÓN: 03 DE NOVIEMBRE
Rosales insiste y repite en su estilo, las dos ideas que levanta: que los autoempleados tienen una agenda autosuficiente y que el sindicalismo sociopolítico es maravilloso. Igual hay que leerlo. Aquí su respuesta:
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