Día del Trabajo o Día Internacional de los Trabajadores
Puede parecer un detalle sin importancia pero no lo es. El primero de mayo no se celebra simplemente el día del Trabajo, así en abstracto. No es una fecha como el día de la madre o los ya innumerables día del niño. No es una fecha comercial ni un feriado más.
Ciertamente, los medios de prensa, los empresarios, los gobiernos de derecha, tratan de cambiar el sentido de lo que recordamos. El primero de mayo es básicamente un día de memoria, un día para recordar.
Recordamos principalmente el sacrificio de un grupo de líderes sindicales que en EEUU estuvieron a la cabeza de una de las huelgas más importantes del siglo XIX. En Chicago, en 1896 cientos de miles de trabajadores salieron a las calles a reclamar la jornada de 8 horas. En aquella época no estaba regulada ni la huelga, ni las protestas y la democracia estadounidense era una cosa para blancos, protestantes adinerados.
Una revuelta en una plaza llamada Haymarket desencadenó un enfrentamiento a tiros entre la policía, que en aquellas épocas disparaba a matar a los trabajadores, al igual que ahora lo hace la policía peruana con los ciudadanos y trabajadores pobres del país.
Un policía fue muerto y se inició un juicio sumario que condeno a Samuel Fielden (inglés, 39 años, pastor metodista y obrero textil) a cadena perpetua; Oscar Neebe (estadounidense, 36 años, vendedor) condenado a quince años de trabajos forzados; Michael Schwab (alemán, 33 años, tipógrafo) condenado a cadena perpetua; Nicolás Di Tella (inglés, 34 años, obrero metalúrgico) condenado a cadena perpetua.
El 11 de noviembre de 1887 fueron ahorcados: Georg Engel (alemán, 50 años, tipógrafo); Adolf Fischer (alemán, 30 años, periodista); Albert Parsons (estadounidense, 39 años, periodista), esposo de la mexicana Lucy González Parsons aunque se probó que no estuvo presente en el lugar, se entregó para estar con sus compañeros y fue juzgado igualmente; Hessois Auguste Spies (alemán, 31 años, periodista); Louis Linng (alemán, 22 años, carpintero) para no ser ejecutado se suicidó en su propia celda. El juicio realmente fue una farsa.
El gobierno estadounidense y los empresarios querían hacer un ejemplo de estos sindicalistas. La mayoría de ellos era anarquista y entregaron generosamente su vida, sabiendo que su sacrificio no sería en vano. Ellos abrieron el camino a la libertad y la justicia.
Nos enseñaron que unidos, los trabajadores lo podemos todo, que sin luchas no hay victorias; que las fronteras y nacionalidades no significan nada frente a la hermandad de la clase trabajadora. Por eso los recordamos el Primero de Mayo en todos los países. Nunca los olvidaremos.
Este primero de mayo, en las marchas gritaremos sus nombres y alzaremos los puños en su memoria. También será una fecha de alegría y brindaremos por todo lo que hemos alcanzado y por todo lo que aún nos falta. No es el día del trabajo, es el Día Internacional de los Trabajadores.
Para terminar, la proclama de Adolf Fischer que animó la huelga de mayo de 1886 y que parece ser escrita para nuestro país, ahora:
"Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado. Ayer, frente a la fábrica McCormik, se fusiló a los obreros. ¡Su sangre pide venganza! ¿Quién podrá dudar ya que los chacales que nos gobiernan están ávidos de sangre trabajadora? Pero los trabajadores no son un rebaño de carneros.
¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! Es preferible la muerte que la miseria. Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo.
Es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas!.
Ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y a sus padres fusilados, en tanto que en los palacios de los ricos se llenaban vasos de vino costosos y se bebía a la salud de los bandidos del orden...
¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís!
¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!."
Ciertamente, los medios de prensa, los empresarios, los gobiernos de derecha, tratan de cambiar el sentido de lo que recordamos. El primero de mayo es básicamente un día de memoria, un día para recordar.
Recordamos principalmente el sacrificio de un grupo de líderes sindicales que en EEUU estuvieron a la cabeza de una de las huelgas más importantes del siglo XIX. En Chicago, en 1896 cientos de miles de trabajadores salieron a las calles a reclamar la jornada de 8 horas. En aquella época no estaba regulada ni la huelga, ni las protestas y la democracia estadounidense era una cosa para blancos, protestantes adinerados.
Una revuelta en una plaza llamada Haymarket desencadenó un enfrentamiento a tiros entre la policía, que en aquellas épocas disparaba a matar a los trabajadores, al igual que ahora lo hace la policía peruana con los ciudadanos y trabajadores pobres del país.
Un policía fue muerto y se inició un juicio sumario que condeno a Samuel Fielden (inglés, 39 años, pastor metodista y obrero textil) a cadena perpetua; Oscar Neebe (estadounidense, 36 años, vendedor) condenado a quince años de trabajos forzados; Michael Schwab (alemán, 33 años, tipógrafo) condenado a cadena perpetua; Nicolás Di Tella (inglés, 34 años, obrero metalúrgico) condenado a cadena perpetua.
El 11 de noviembre de 1887 fueron ahorcados: Georg Engel (alemán, 50 años, tipógrafo); Adolf Fischer (alemán, 30 años, periodista); Albert Parsons (estadounidense, 39 años, periodista), esposo de la mexicana Lucy González Parsons aunque se probó que no estuvo presente en el lugar, se entregó para estar con sus compañeros y fue juzgado igualmente; Hessois Auguste Spies (alemán, 31 años, periodista); Louis Linng (alemán, 22 años, carpintero) para no ser ejecutado se suicidó en su propia celda. El juicio realmente fue una farsa.
El gobierno estadounidense y los empresarios querían hacer un ejemplo de estos sindicalistas. La mayoría de ellos era anarquista y entregaron generosamente su vida, sabiendo que su sacrificio no sería en vano. Ellos abrieron el camino a la libertad y la justicia.
Nos enseñaron que unidos, los trabajadores lo podemos todo, que sin luchas no hay victorias; que las fronteras y nacionalidades no significan nada frente a la hermandad de la clase trabajadora. Por eso los recordamos el Primero de Mayo en todos los países. Nunca los olvidaremos.
Este primero de mayo, en las marchas gritaremos sus nombres y alzaremos los puños en su memoria. También será una fecha de alegría y brindaremos por todo lo que hemos alcanzado y por todo lo que aún nos falta. No es el día del trabajo, es el Día Internacional de los Trabajadores.
Para terminar, la proclama de Adolf Fischer que animó la huelga de mayo de 1886 y que parece ser escrita para nuestro país, ahora:
"Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado. Ayer, frente a la fábrica McCormik, se fusiló a los obreros. ¡Su sangre pide venganza! ¿Quién podrá dudar ya que los chacales que nos gobiernan están ávidos de sangre trabajadora? Pero los trabajadores no son un rebaño de carneros.
¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! Es preferible la muerte que la miseria. Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo.
Es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas!.
Ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y a sus padres fusilados, en tanto que en los palacios de los ricos se llenaban vasos de vino costosos y se bebía a la salud de los bandidos del orden...
¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís!
¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!."
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