Una mirada crítica las fiestas religiosas
“La religión es el opio del pueblo”
Carlos Marx
Estamos nuevamente muy cerca de una de las fiestas cristianas más importantes: la navidad. Las calles lucen iluminadas, la gente se apresura a comprar regalos mientras los pobres observan con frustración las vitrinas de cosas que no podrán adquirir. Como sindicalistas, respetamos las creencias populares, las convicciones religiosas de cada persona son parte del ejercicio de la libertad individual. Pero también como sindicalistas, tenemos la obligación de informar, discutir y criticar, cuando la fe se convierte en superstición e ignorancia, cuando los mitos son utilizados como mecanismos de dominación y consumo.
En primer lugar, queremos señalar algunos hechos históricos para entender el proceso por el cual se ha ido construyendo la actual celebración de navidad.
En primer lugar hay que señalar que en los Evangelios no se aporta información alguna acerca de cuándo, dónde y cómo nació Jesús. Todos los datos que los cristianos dan por históricos son invenciones tardías e interesadas. Por ejemplo, el año del natalicio de Jesús no fue el 1 de nuestra época, sino el 7 o 6 a.C. según los cálculos históricos más recientes.
Durante el siglo III (ósea 300 años después de Jesús) se propuso fechar la navidad en fechas como el 6 y 10 de enero, el 25 de marzo, el 15 y 20 de abril, el 20 y 25 de mayo y algunas otras. Este desorden hizo que el papa Fabián (236-250) calificara de sacrílegos a quienes intentaron determinar la fecha del nacimiento de Jesús.
El 25 de diciembre es una fecha importante en muchas religiones antiguas como los cultos celtas, druídicos y sajones, pues es el solsticio de invierno, es decir, a partir de esa fecha los días empiezan a ser más largos que la noche. En el solsticio de invierno todos los pueblos antiguos, adoradores del sol, celebraban el nacimiento del astro rey mediante grandes festejos caracterizados por la alegría general y el protagonismo de las hogueras, alrededor de las cuales se concentraban los lugareños con el fin de manifestar su alborozo y esperanza mediante ceremonias colectivas centradas en cantos y danzas rituales y en la recogida de ciertas plantas mágicas como el muérdago. Entre los años 354 y 360, el papa Liberio (352-366) fijó como fecha inmutable la de la noche del 24 al 25 de diciembre, porque en esa fecha los romanos celebraban el nacimiento del dios Sol Invencible. Y como esa fiesta religiosa era muy popular, los cristianos no podían imponerse por lo que decidieron apropiarse de dicha celebración pagana. Por otro lado, las Iglesias cristianas orientales siguen celebrando el natalicio de Jesús en el 6 u 8 de enero.
El relato actual de la Navidad procede del evangelio apócrifo llamado “Pseudo-Mateo” (declarado falso por la propia Iglesia católica). La escena del buey y el asno se inventó en el siglo IV al mezclar un texto de Isaías manipulado con uno de Habacuc absolutamente mal traducido.
En la Antigüedad precristiana fue un hecho absolutamente común, aceptado y extendido, que todos los grandes personajes, ya fuesen reyes -desde Mesopotamia y Egipto a China y Japón-, fundadores de grandes filosofías y religiones -Buda, Krisna, Confucio, Lao-Tsé-, o pensadores -Pitágoras, Platón, etc.-, gozasen del privilegio de ser considerados hijos de una madre virgen y de Dios.
Estos simples ejemplos, muestran como, la fiesta de la Navidad es como la mayoría de los mitos, una construcción social. En la sociedad capitalista, los mitos populares son utilizados por la lógica del capital como una oportunidad para incrementar los negocios, el comercio, el consumo.
Como repetía Marx a menudo, el capitalismo convierte todo lo sagrado en profano, lo mágico en mercancía, lo sólido lo desvanece en el aire. El paso de la sociedad primitiva y feudal a una sociedad capitalista ha convertido las celebraciones al dios Sol, en una fiesta católica del nacimiento del dios Jesús y en la fiebre de comprar regalos para todos, representada por la figura de Santa Claus.
En la antigüedad, se intercambiaban regalos en el solsticio de invierno: en Roma, en honor a la diosa Strenia y en los países nórdicos al dios Odín. Después de las Cruzadas, cuando se llevaron a Europa algunas de las supuestas reliquias de san Nicolás, la iglesia cristiana le atribuyó a este personaje la misión de recompensar a los niños. La costumbre se generalizó en el Viejo Continente y en Inglaterra tomó el nombre de Santa Claus. Más tarde, la figura del “niño Jesús” tomó el puesto y las funciones de san Nicolás. "Papá Noel" surgió en Estados Unidos a mediados del siglo XIX, bajo la forma de una reminiscencia de san Nicolás, con algunas características del dios Odín.
La imagen generalizada de Santa Claus, como un anciano blanco, obeso, de amplia barba blanca y mejillas rojas fue elaborada para una publicidad de la Coca Cola en 1931 como parte de su política de marketing para ampliar la venta de su bebida. La industria del cine de Hollywood utilizó la misma imagen elaborada por la Coca Cola para producir películas sobre Santa Claus, con lo cual dicha imagen ha llegado a nosotros y forma ahora parte de la cultura popular.
Como podemos ver, las fiestas de navidad como la mayoría de ritos y mitos populares, son mediatizadas por la sociedad capitalista para alentar el consumo de mercancías, que en la forma de regalos tratan de expresar un sentimiento. Palabras como amor, amistad, paz, felicidad, que deberían representar reales objetivos que guíen la conducta de las personas, son en el capitalismo, etiquetas vacías que deben expresarse en el precio de una mercancía.
Por razones de este tipo, es que el viejo Marx señalaba que la religión era el opio del pueblo, pues como la droga, ejerce un efecto bienestar, alegría y felicidad, pero que no deja de ser una ilusión pasajera. Al día siguiente de la navidad católica, la tristeza de los niños pobres, de las familias desempleadas y de los jóvenes con un empleo miserable, seguirá tal cual; del mismo modo, las prebendas de los ricos, el despilfarro de los empresarios y la indiferencia de los poderosos mantendrá su vigencia, en estas tierras donde no hay paz ni justicia para las personas de buena voluntad.
Carlos Marx
Estamos nuevamente muy cerca de una de las fiestas cristianas más importantes: la navidad. Las calles lucen iluminadas, la gente se apresura a comprar regalos mientras los pobres observan con frustración las vitrinas de cosas que no podrán adquirir. Como sindicalistas, respetamos las creencias populares, las convicciones religiosas de cada persona son parte del ejercicio de la libertad individual. Pero también como sindicalistas, tenemos la obligación de informar, discutir y criticar, cuando la fe se convierte en superstición e ignorancia, cuando los mitos son utilizados como mecanismos de dominación y consumo.
En primer lugar, queremos señalar algunos hechos históricos para entender el proceso por el cual se ha ido construyendo la actual celebración de navidad.
En primer lugar hay que señalar que en los Evangelios no se aporta información alguna acerca de cuándo, dónde y cómo nació Jesús. Todos los datos que los cristianos dan por históricos son invenciones tardías e interesadas. Por ejemplo, el año del natalicio de Jesús no fue el 1 de nuestra época, sino el 7 o 6 a.C. según los cálculos históricos más recientes.
Durante el siglo III (ósea 300 años después de Jesús) se propuso fechar la navidad en fechas como el 6 y 10 de enero, el 25 de marzo, el 15 y 20 de abril, el 20 y 25 de mayo y algunas otras. Este desorden hizo que el papa Fabián (236-250) calificara de sacrílegos a quienes intentaron determinar la fecha del nacimiento de Jesús.
El 25 de diciembre es una fecha importante en muchas religiones antiguas como los cultos celtas, druídicos y sajones, pues es el solsticio de invierno, es decir, a partir de esa fecha los días empiezan a ser más largos que la noche. En el solsticio de invierno todos los pueblos antiguos, adoradores del sol, celebraban el nacimiento del astro rey mediante grandes festejos caracterizados por la alegría general y el protagonismo de las hogueras, alrededor de las cuales se concentraban los lugareños con el fin de manifestar su alborozo y esperanza mediante ceremonias colectivas centradas en cantos y danzas rituales y en la recogida de ciertas plantas mágicas como el muérdago. Entre los años 354 y 360, el papa Liberio (352-366) fijó como fecha inmutable la de la noche del 24 al 25 de diciembre, porque en esa fecha los romanos celebraban el nacimiento del dios Sol Invencible. Y como esa fiesta religiosa era muy popular, los cristianos no podían imponerse por lo que decidieron apropiarse de dicha celebración pagana. Por otro lado, las Iglesias cristianas orientales siguen celebrando el natalicio de Jesús en el 6 u 8 de enero.
El relato actual de la Navidad procede del evangelio apócrifo llamado “Pseudo-Mateo” (declarado falso por la propia Iglesia católica). La escena del buey y el asno se inventó en el siglo IV al mezclar un texto de Isaías manipulado con uno de Habacuc absolutamente mal traducido.
En la Antigüedad precristiana fue un hecho absolutamente común, aceptado y extendido, que todos los grandes personajes, ya fuesen reyes -desde Mesopotamia y Egipto a China y Japón-, fundadores de grandes filosofías y religiones -Buda, Krisna, Confucio, Lao-Tsé-, o pensadores -Pitágoras, Platón, etc.-, gozasen del privilegio de ser considerados hijos de una madre virgen y de Dios.
Estos simples ejemplos, muestran como, la fiesta de la Navidad es como la mayoría de los mitos, una construcción social. En la sociedad capitalista, los mitos populares son utilizados por la lógica del capital como una oportunidad para incrementar los negocios, el comercio, el consumo.
Como repetía Marx a menudo, el capitalismo convierte todo lo sagrado en profano, lo mágico en mercancía, lo sólido lo desvanece en el aire. El paso de la sociedad primitiva y feudal a una sociedad capitalista ha convertido las celebraciones al dios Sol, en una fiesta católica del nacimiento del dios Jesús y en la fiebre de comprar regalos para todos, representada por la figura de Santa Claus.
En la antigüedad, se intercambiaban regalos en el solsticio de invierno: en Roma, en honor a la diosa Strenia y en los países nórdicos al dios Odín. Después de las Cruzadas, cuando se llevaron a Europa algunas de las supuestas reliquias de san Nicolás, la iglesia cristiana le atribuyó a este personaje la misión de recompensar a los niños. La costumbre se generalizó en el Viejo Continente y en Inglaterra tomó el nombre de Santa Claus. Más tarde, la figura del “niño Jesús” tomó el puesto y las funciones de san Nicolás. "Papá Noel" surgió en Estados Unidos a mediados del siglo XIX, bajo la forma de una reminiscencia de san Nicolás, con algunas características del dios Odín.
La imagen generalizada de Santa Claus, como un anciano blanco, obeso, de amplia barba blanca y mejillas rojas fue elaborada para una publicidad de la Coca Cola en 1931 como parte de su política de marketing para ampliar la venta de su bebida. La industria del cine de Hollywood utilizó la misma imagen elaborada por la Coca Cola para producir películas sobre Santa Claus, con lo cual dicha imagen ha llegado a nosotros y forma ahora parte de la cultura popular.
Como podemos ver, las fiestas de navidad como la mayoría de ritos y mitos populares, son mediatizadas por la sociedad capitalista para alentar el consumo de mercancías, que en la forma de regalos tratan de expresar un sentimiento. Palabras como amor, amistad, paz, felicidad, que deberían representar reales objetivos que guíen la conducta de las personas, son en el capitalismo, etiquetas vacías que deben expresarse en el precio de una mercancía.
Por razones de este tipo, es que el viejo Marx señalaba que la religión era el opio del pueblo, pues como la droga, ejerce un efecto bienestar, alegría y felicidad, pero que no deja de ser una ilusión pasajera. Al día siguiente de la navidad católica, la tristeza de los niños pobres, de las familias desempleadas y de los jóvenes con un empleo miserable, seguirá tal cual; del mismo modo, las prebendas de los ricos, el despilfarro de los empresarios y la indiferencia de los poderosos mantendrá su vigencia, en estas tierras donde no hay paz ni justicia para las personas de buena voluntad.
EL que debería dejar el opio eres tú Rojo Ocioso, el muro de Berlín cayó hace años y tú ¿sigues leyendo el capital de Marx?, países antes comunistas han encontrado la salida a la pobreza (pobreza originada precisamente a causa de tu ideología socialista) mediante apertura de mercados y el fomento de la inversión privada y tu ¿insistes en tomar el camino de cuba?, Acaso la ideología ha secuestrado tu inteligencia o simplemente eres bruto, una de dos, porque no se explica con tantas evidencias puedas creer en las mismas tonterías.
ResponderEliminarNo soy religioso pero que Marx tilde a la religión de Opio del Pueblo es un chiste, pues el marxismo ha sido el opio de muchos pueblos, un opio que los enfrascó en revoluciones y luego dictaduras en pos de una utopía de igualdad de clases que finalmente aterrizo en Pobreza Extrema. Pero bueno sigue con tu opio tal vez no quieras dejarlo.
jajajajaja rojo si y ocioso tambien. Que divertido eres. Por lo menos algo esta mejorando tu redacción. Sigue leyendo. Algún dia podremos discutir algo sin tus exabruptos e inseguridades.
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