Carta Petitorio: no ha servido ni sirve.
Muchas veces, en mi oficina de la CGTP, los trabajadores que se acercan para hacer sus consultas o pedidos, me cuentan que están elaborando una carta, donde expresan sus pedidos “para que tome conocimiento la empresa” y que al final, “todos la hemos firmado”. Me es difícil dejar de maravillarme por la manera que algunos procesos clásicos en la conformación de la clase obrera se repiten y repiten en todas partes. Si, hace doscientos años los trabajadores redactaban sendas cartas y petitorios a sus patrones con la esperanza de ser oídos y atendidos. ¿Tuvieron éxito? Generalmente no.
La esperanza de los trabajadores reposaba probablemente en que su situación era tan dura, tan difícil, tan humillante que ningún ser humano decente podría tolerarla. Jornadas intensivas de trabajo de 15 horas, trabajo infantil permitido, remuneraciones mínimas, ausencia total de seguridad en el trabajo, entre otras características del empleo en el siglo XIX. Los obreros pensaban que sus patrones eran básicamente buenos pero ignorantes del drama laboral. Talvez una carta explicándoles la situación podría servir para enmendar todo. Nunca funcionó. Tendría que venir Marx para convencerlos que el “problema social” no es un déficit ético o moral, sino básicamente una condición económica del capitalismo.
Hoy, en pleno siglo XXI, la situación de muchos trabajadores y trabajadoras en el Perú es la misma de hace doscientos años. Tanto así, que las respuestas y alternativas se repiten. Unas enfermeras de una clínica me muestran la carta-petitorio que piensan enviar a la Gerenta General; otro día, aparecen los compañeros de una fábrica textil, con un petitorio similar.
No, compañeros y compañeras: no hagan cartas petitorio, no las firmen ni las entreguen a sus gerentes o jefes de recursos humanos. No han servido antes, no sirven ahora, no servirán nunca. Los patrones nunca se van a conmover. Esas cartas no te protegen, no tienen valor legal. Simplemente le estas dando al empleador una lista de todos aquellos que tienen el valor de pedir algo. Te van a despedir. Te van a echar. A todos.
¿Y entonces que haremos? dirán. Bueno, forma un sindicato. Sólo el sindicato ha logrado mejoras para los trabajadores y trabajadoras.
Talvez, los trabajadores peruanos necesitemos un equivalente de Marx que nos desengañe a todos y señale un rumbo más coherente, más eficaz y más consecuente.
La esperanza de los trabajadores reposaba probablemente en que su situación era tan dura, tan difícil, tan humillante que ningún ser humano decente podría tolerarla. Jornadas intensivas de trabajo de 15 horas, trabajo infantil permitido, remuneraciones mínimas, ausencia total de seguridad en el trabajo, entre otras características del empleo en el siglo XIX. Los obreros pensaban que sus patrones eran básicamente buenos pero ignorantes del drama laboral. Talvez una carta explicándoles la situación podría servir para enmendar todo. Nunca funcionó. Tendría que venir Marx para convencerlos que el “problema social” no es un déficit ético o moral, sino básicamente una condición económica del capitalismo.
Hoy, en pleno siglo XXI, la situación de muchos trabajadores y trabajadoras en el Perú es la misma de hace doscientos años. Tanto así, que las respuestas y alternativas se repiten. Unas enfermeras de una clínica me muestran la carta-petitorio que piensan enviar a la Gerenta General; otro día, aparecen los compañeros de una fábrica textil, con un petitorio similar.
No, compañeros y compañeras: no hagan cartas petitorio, no las firmen ni las entreguen a sus gerentes o jefes de recursos humanos. No han servido antes, no sirven ahora, no servirán nunca. Los patrones nunca se van a conmover. Esas cartas no te protegen, no tienen valor legal. Simplemente le estas dando al empleador una lista de todos aquellos que tienen el valor de pedir algo. Te van a despedir. Te van a echar. A todos.
¿Y entonces que haremos? dirán. Bueno, forma un sindicato. Sólo el sindicato ha logrado mejoras para los trabajadores y trabajadoras.
Talvez, los trabajadores peruanos necesitemos un equivalente de Marx que nos desengañe a todos y señale un rumbo más coherente, más eficaz y más consecuente.
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