La viruela y el sindicalismo
Hace unos días discutía con una colega acerca de la situación del movimiento sindical y las alternativas frente al actual gobierno y los espacios de diálogo aún existentes. En este tema, nuestra labor es básicamente la denuncia. Es decir, presentamos una lista lamentablemente muy larga de los sindicatos y empresas donde registramos violaciones a la legislación laboral y la libertad sindical. Mi interlocutora entendía esta táctica como adecuada y correcta. A mi me parece que presentar casos y casos particulares para buscar soluciones también particulares demanda mucho tiempo y no garantiza resultados exitosos. La argumentación de ella era que frente al tema de la libertad sindical necesitábamos demostrar al gobierno que efectivamente existen casos concretos donde se despiden o persiguen dirigentes sindicales. Buscando que el gobierno se comprometa a atender dichos casos.
Algunas veces, traducir un problema a la forma de una parábola puede ayudar a entender las cosas. Veamos, es como si en un pueblo tenemos una epidemia de varicela. Hay un médico y ante el llegan cada día una decena de pacientes, cada uno con varicela. Entonces el médico estudia a cada paciente por separado. A veces no cree que sea varicela, otras veces equivoca el diagnóstico y unas pocas veces cura a alguno. Un grupo de enfermos sostiene que estamos frente a una epidemia y que es necesario vacunar a toda la población para que no sigan contagiándose todos sus habitantes. Pero allí empieza la discusión con el médico. Para el no hay epidemia, no hay varicela, todos son hechos aislados. Y los enfermos para demostrar que si hay una enfermedad siguen desfilando uno por uno. El debate es: ¿Hay una epidemia de varicela o son casos aislados? ¿Es muy grave esta enfermedad? Y así pasan los meses. Al final todo el pueblo cayó enfermo y murió. El médico enterró al último y de esa comunidad nunca más se supo.
La historia tendría otro final, si en vez de enfrascarse en dicha discusión inútil, los pacientes simplemente hubieran dicho algo así: “No nos interesa discutir si hay o no varicela, tenemos tales síntomas y necesitamos una vacuna para todos”. Es decir, si la discusión estuviera alrededor de las soluciones, probablemente, las cosas hubieran sido diferentes.
Algunas veces, traducir un problema a la forma de una parábola puede ayudar a entender las cosas. Veamos, es como si en un pueblo tenemos una epidemia de varicela. Hay un médico y ante el llegan cada día una decena de pacientes, cada uno con varicela. Entonces el médico estudia a cada paciente por separado. A veces no cree que sea varicela, otras veces equivoca el diagnóstico y unas pocas veces cura a alguno. Un grupo de enfermos sostiene que estamos frente a una epidemia y que es necesario vacunar a toda la población para que no sigan contagiándose todos sus habitantes. Pero allí empieza la discusión con el médico. Para el no hay epidemia, no hay varicela, todos son hechos aislados. Y los enfermos para demostrar que si hay una enfermedad siguen desfilando uno por uno. El debate es: ¿Hay una epidemia de varicela o son casos aislados? ¿Es muy grave esta enfermedad? Y así pasan los meses. Al final todo el pueblo cayó enfermo y murió. El médico enterró al último y de esa comunidad nunca más se supo.
La historia tendría otro final, si en vez de enfrascarse en dicha discusión inútil, los pacientes simplemente hubieran dicho algo así: “No nos interesa discutir si hay o no varicela, tenemos tales síntomas y necesitamos una vacuna para todos”. Es decir, si la discusión estuviera alrededor de las soluciones, probablemente, las cosas hubieran sido diferentes.
Algo similar nos pasa en el movimiento sindical. Frente al gobierno, presentamos una serie de casos particulares, todos ellos son importantes y graves: Camposol, Icadie, Zincsa, Sur Color Star, Gloria, Textiles San Sebastián, Celima y un largo etc. Cada día aparecen más sindicalistas despedidos y la respuesta del gobierno (cuando responde) es la misma: “Nos preocupa cada caso y trataremos de hallar una solución en cada uno de ellos.” Mentira. Ni les preocupa ni les interesa. Solo ganan tiempo. Porque saben que tanto diez como mil trabajadores despedidos sólo cuentan con un periodo limitado de lucha. Luego, vienen las vacilaciones, las dudas y la retirada. El paciente muere.
Una alternativa es que como Confederación, discutamos directamente las soluciones y mantengamos una posición más radical en este tema. El tema de la libertad sindical es el principal y más urgente, pues son los sindicatos, el medio para hallar otras soluciones (vía negociación colectiva) a los demás problemas. Digamos que una propuesta concreta para que los despidos antisindicales sean eliminados seria como la vacuna de amplio espectro para combatir la enfermedad de todos los pacientes y de los que aún no se han enfermado.
Necesitamos un consenso sindical alrededor de una agenda mínima y urgente. Imponer al gobierno un mecanismo legal para impedir el despido de cualquier dirigente sindical y en caso de haber una causa aparentemente extra sindical, el proceso judicial o administrativo se desarrolle con el trabajador laborando, sin alejarlo de la empresa. Bajo la presunción de inocencia hasta que se demuestre lo contrario. Con esto se incrementa la fuerza sindical.
¿Esto es posible? Si. No es sencillo, pero si es posible, pues así funciona en la mayoría de legislaciones laborales del mundo. Muchas veces, nosotros sindicalistas peruanos, miramos solamente nuestra realidad, nuestro ombligo y dejamos de aprender de las experiencias internacionales. Los movimientos sindicales más fuertes han sido los que han conseguido resultados concretos, objetivos, palpables, para todos sus afiliados. En la forma de leyes, convenios, acuerdos. Mediante movilizaciones de todo tipo. A veces violentas cuando no son escuchados, a veces simbólicas y casi siempre con mucha imaginación.
Ahora la pregunta es qué grupo político en el parlamento querría comprarse esa pelea...
ResponderEliminarVuelve!!!!
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